La historia de un “justo entre las naciones” Henryk Ryszewski (1900 – 1972)

En el relato de sus acciones escribió*:
 
Es muy fácil tener una actitud negativa constante hacia todo lo que uno encuentra. […] Después de cumplir 21 años …[yo] era un antisemita. Eso fue cuando me uní al equipo editorial the Gazeta Warszawska, el órgano principal del belicoso Endecja [un partido ultranacionalista antisemita polaco]. Allí adquirí una educación antisemita clásica. Esas concepciones no disminuyeron más tarde, entre 1924 y 1939, cuando trabajaba como corresponsal parlamentario para el Dziennik Bydoski, vanguardia de la prensa antisemita en Pomerania. En esas circunstancias me convertí en un antisemita resuelto y franco y aprovechaba cada oportunidad para sostener mis convicciones, tanto en mi trabajo profesional como en el Club de Reporteros Parlamentarios. […] La vida misma fue la que me demostró cuán enfermo, cuán mentalmente inválido había estado. La guerra y las terribles crueldades diseminadas por el nazismo y el fascismo mundial encendió en mí un amor por mis semejantes y desmanteló todas las barreras de chauvinismo y nacionalismo errante, todos los prejuicios de raza y casta. Una chispa de simpatía humana se encendió dentro de mí; […] anteriormente un duro antisemita, me convertí en un devoto defensor de los judíos. […] Mi casa se convirtió en un feliz puerto para judíos, una cuna para sus esperanzas de supervivencia. Compartiendo su opresión en común y soportando las mismas cargas, no tuve otra alternativa que renacer.[…]
 
Los edificios de Varsovia –y sus conserjes- tienen historias, si bien no siempre las más honorables. Y cuán a menudo, en las presentes condiciones de la guerra, esos residentes se han convertido –y no sólo en Varsovia- en demonios hambrientos al acecho de una oportunidad para golpear. […] Más tarde, cuando ciertas personas adoptaron la denuncia de judíos como una forma fácil y lucrativa de tener ingresos, nos sentimos estar bajo vigilancia de todas partes. Las escaleras de los grandes edificios de apartamentos se convirtieron en vidrio bajo los ojos fisgones, inquisitivos, atisbadores a cualquier hora del día y la noche, incansables, todo el tiempo presentes, que todo lo ven y siempre entrometidos. Podíamos sentir su mirada desde el día que comenzamos a esconder personas que habían escapado del gueto. […]
 
Manejar tal número de inquilinos “peligrosos” era una tarea muy complicada. Si llegaba un visitante debían ser encerrados en una habitación, o se escondían en el cuarto trasero bajo la cama (convenientemente cubierta), o se apretaban dentro de dos roperos vacíos en cuyos paneles posteriores se habían hecho agujeros de ventilación. […]. De cuando en cuando pani Irena [su esposa] secuestraría a sus inquilinos en el baño y organizaría una jornada de puertas abiertas, para que cualquiera pudiese mirar dentro del apartamento y satisfacer su curiosidad; de vez en cuando debíamos convencer a los vecinos de que nadie permanecía o estaba escondido en la casa de la familia Rys (mi seudónimo). Un evento de ese tipo se organizaba cada vez que sentíamos que el nivel de sospechas se había elevado por encima de una norma aceptable. Estábamos preocupados especialmente por el conserje, porque cómo se sabe, el diablo nunca duerme. Esas medidas preventivas evidentemente ayudaron; pasamos el examen.  […]
 
Los peligros constantes que amenazaban a los habitantes de la calle Nowy Zjazd 7 exigían organización, disciplina, y una vigilancia extrema, y nos dedicábamos a la única tarea de mantener invisibles a las personas a  nuestro cargo. […] Nuestros corazones se rebelaban ante ese régimen estricto, pero nuestras mentes reconocían la lógica suprema. Por eso cada uno aceptó mantener las reglas; el cumplimiento era simplemente increíble. Sencillamente no existía otra alternativa.
 
En 1985 Yad Vashem reconoció a Henryk e Irena Ryszewski y a su hija Zofia Brusikiewicz como Justos de las Naciones.
 
*Tomado de: Words to outlive us, Ed. by Michal Grynberg, New York, 2002.