Homenaje al doctor Natalio Berman (z.l.): “Cualquier parecido con la realidad… no es coincidencia”

Historias tan lejanas y cercanas a la vez nos hacen reflexionar sobre la importancia de transmitir el recuerdo a las generaciones venideras.
 
Artículo publicado originalmente en Revista Shalom, edición de abril 2012, escrito por Alejandra Morales Stekel.
 
 
Ilan y Alón son amigos, compañeros de curso, pertenecen a la Brigada Juvenil de la Bomba Israel y tienen 13 años. Este año, durante una tarde de verano, escucharon algo que los hizo mirarse de otra manera; dimensionar como nunca antes la profunda responsabilidad que cada uno tiene por el otro.
 
A raíz de una conversación entre sus madres y amigos, se dieron cuenta que sus vidas e historias personales estaban ligadas de una forma que jamás imaginaron.
 
Mannheim. Noche del 9 de noviembre de 1938. Un veinteañero llamado Emanuel Keller es detenido y llevado al campo de concentración de Dachau. La razón: ser judío y haber sido descubierto intentando advertir a sus pares, familia y amigos, utilizando el teléfono de su recién confiscada fábrica, sobre lo que estaba sucediendo: la quebrazón intencional de las vitrinas de los negocios, saqueos, incendios, la humillación y el peligro de muerte.
 
En el otro extremo del mundo, Natalio Berman, un joven diputado de 25 años, promovía en Chile el envío al Canciller del Tercer Reich de un telegrama -firmado por 75 de sus colegas de la Cámara Baja de todos los partidos políticos- repudiando los asesinato y robos de que fueron objeto los judíos, así como exigiendo el cese completo de las medidas antisemitas.
 
Creemos que Emanuel y Natalio nunca llegaron a conocerse personalmente. Sólo sabían que como judíos y hombres pertenecientes a una sociedad, eran responsables del bienestar de otros mediante acciones concretas.
 

La rueda de la fortuna

 
La historia de Emanuel Keller continuó cuando su madre obtuvo para él una visa para viajar a Sudamérica que logró sacarlo de Dachau. Así comenzó una larga travesía por el Atlántico, cuyo destino era nada menos que la libertad. El Conte Grande era un grandioso barco de lujo donde viajaron 68 judíos, entre ellos no más de 10 eran niños.
 
“Lo sentimos señor Keller; este visado es falso. Usted no puede ingresar a Uruguay. Lo sentimos señor Borcheeim; este visado es falso. Usted no puede entrar. Lo sentimos señorita Haber. Usted no puede ingresar. Tampoco ustedes, señor y señora Juliusburger; ni usted, ni usted, ni usted. Todos deben regresar a Alemania”.
 
Hoy ese “deben regresar a Alemania” retumba como una sentencia; una condena a la desesperación y, muchas veces, a la muerte. Cómo olvidar lo que sucedió con el barco St. Louis donde sus pasajeros se encontraban en idéntica situación entre las costas de Cuba y los Estados Unidos. Ellos sí fueron retornados a Europa. Se sabe que de los 938 pasajeros 254 murieron como consecuencia del Holocausto. Quienes sobrevivieron tuvieron la suerte de ser acogidos por países como Inglaterra, Bélgica y Holanda.
 
El 21 de marzo de 1939 el doctor y diputado Natalio Berman estaba en Montevideo, Uruguay, junto a otros parlamentarios, representando a Chile en el Congreso Internacional de las Democracias de América. Vía telegrama le informaron que había 68 judíos en peligro de ser retornados a Alemania debido a sus visados falsos. No podían bajar del barco, había detectives a bordo y la situación ya era desesperada. Estaban en “tierra de nadie”.
 
El doctor Berman no dudó ni un segundo. Le pidió al entonces Presidente de la República de Chile, Pedro Aguirre Cerda, mediante un telegrama firmado por los demás diputados que lo acompañaban, que les concediera la gracia de ingresar a nuestro país con visado de inmigrantes.
 
Para entonces Chile estaba limitando cada vez más las visas a personas judías, entregándoles menores cupos de ingreso y solicitándoles condiciones especiales relacionadas al capital disponible, la profesión y más. Generalmente les exigían radicarse en la zona austral del país.

 
Durante el último día del mencionado congreso Natalio Berman estaba feliz. Antes de decir nada a nadie fue al puerto y subió al Conte Grande para darles la buena nueva a los viajeros. El Presidente de Chile les había otorgado la visa, haciéndolos sentir bienvenidos al país.
 
El doctor Berman actuó como estimaba correcto, poniendo siempre por delante el bienestar de los demás y transformándose en un gran líder de su época. En palabras del escritor Volodia Teitelboim, “Berman es una personalidad histórica, en el sentido que fue un hombre muy de este país que asumió la causa de la identidad judía proyectándose a la vida nacional. Es el primer representante judío que a la vez es representante del pueblo chileno. Esa es su particularidad y su fuerza también”.
 
Natalio Berman estuvo casado con Luisa Kohen. Tuvieron cuatro hijos. Su historia será atesorada por sus nietos y bisnietos.
 
Los pasajeros del Conte Grande se establecieron en Chile, prosperaron y formaron familias que han visto pasar generaciones.
 
Emanuel Keller, en tanto, quien logró traer también a sus padres, montó una fábrica de metal mecánica, se casó, tuvo hijos y nietos. Seguramente pronto podremos ver a sus bisnietos.
 
Ilan es bisnieto de Natalio Berman y Alón nieto de Emanuel Keller. Ninguno sabía de los invisibles hilos de la historia que los unen de manera tan firme y completa. Si Natalio no hubiese actuado de acuerdo a su convicción, Ilan y Alón no serían amigos. Quizás ni se conocerían o, peor aún, (y ustedes saben a qué me refiero), la historia hubiese sido muy diferente.
 

Artículo publicado originalmente en Revista Shalom, edición de abril 2012, escrito por Alejandra Morales Stekel.

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA: Natalio Berman y la inmigración judía a Chile