Skalat, 1942 – un cupo viviente
Es imposible comprender la magnitud de la catástrofe sufrida en el Holocausto. Tampoco es posible emitir juicios de valor sobre las acciones u omisiones de quienes pasaron por este periodo de la historia universal.
El caso real que se expone sirve como punto de partida para debatir en clases con la guía del docente luego de la visita al Museo en su recorrido Shoá.
Entre las dos guerras mundiales, Skalat era un pueblo en Polonia donde la mitad de sus habitantes –unos 6.000 en total- eran judíos. El lugar fue ocupado por los soviéticos en septiembre de 1939 y por los alemanes en julio de 1941. De inmediato comenzó la persecución de judíos y alrededor de 600 fueron asesinados. Los alemanes nombraron un “Judenrat” (consejo de líderes comunitarios) y un “Servicio del Orden” (policías judíos).
De tanto en tanto los alemanes imponían a los judíos “contribuciones” onerosas y a diario debían presentarse 300 de ellos para realizar trabajos forzados. Otros también fueron enviados a campos de trabajo. A principios de 1942 se estableció un gueto abierto en Skalat.
En julio de 1942 los alemanes exigieron al Judenrat la entrega de 500 judíos no aptos para el trabajo y amenazaron que todos se verían perjudicados si la orden no era cumplida. El Judenrat reunió una cantidad importante de objetos de valor y dinero y trató de anular el decreto. Lo único que consiguió fue que sea puesta en sus manos la selección de quienes serían deportados, en lugar de una operación dirigida directamente por la Gestapo, que habitualmente eran acompañadas por actos de suma crueldad. La fecha estipulada era el 31 de agosto de 1942. El día anterior, miembros del Judenrat, acompañados por policías judíos y provistos de listas que habían preparado de antemano, se dirigieron a casas de judíos de las cuales obligaron a salir a ancianos y enfermos, huérfanos y todo aquél a quien se catalogó como “inútil”. Los señalados fueron conducidos a la sinagoga. La operación contó con el apoyo tácito de una minoría que creía que si había que sacrificar a alguien, era preferible que fueran aquellos que ya habían vivido la mayor parte de sus vidas. Pero la mayoría de los judíos se opuso, a sabiendas de que se trataba de un acto inmoral e injustificado.
Entre estos últimos se encontraba la madre del cronista de este suceso, Avraham Weisbord*. Antes de que vinieran a buscar a su abuela de 87 años, sus hijos la escondieron. Los miembros del Judenrat la buscaron enloquecidos durante todo el día, sin éxito. Cuando exigieron a la madre de Weisbord que revelase su paradero, ella se negó. Entonces la obligaron por la fuerza a ocupar el lugar de la madre en la sinagoga. La situación en el recinto era caótica. La gente estaba hacinada, sofocada, sin agua ni alimento. Pasaron varias horas angustiantes, acompañadas por la esperanza de que los miembros del Judenrat –viejos conocidos de ella- no permitirían el acto vergonzoso de permutar la vida de la anciana por la de su propia hija. Envió mensajes a su familia, implorando que la salvasen, sin respuesta.
Mientras tanto su madre, enterada de lo ocurrido, se debatía entre la angustia de saber cuál sería la suerte que correría su hija y cuál sería la suya propia al presentarse. Al final decidió dirigirse a la sinagoga y ocupar su lugar. Al principio la hija se negó a marcharse. Por último la madre logró convencerla y hacer que regrese a su casa.
Al día siguiente, las víctimas fueron obligadas a subir a camiones traídos por la Gestapo, junto con los cadáveres de los que fallecieron o fueron muertos durante la operación, y llevados a Tarnopol. De allí fueron deportados al campo de exterminio de Belzec y asesinados.
Para debatir:
- Los miembros del Judenrat que pactaron con la Gestapo ¿con qué dilema se enfrentaron?
- ¿Ante qué dilemas tuvo que enfrentarse la hija, y cuándo?
- ¿Cuál fue el dilema de la anciana? ¿Cómo lo resolvió?
*Avraham Weisbord, Skalat, Mot’a shel ayará, Tel Aviv, 2002.