Rabi Akiva

En esta sala, el eje abordado es el de la transición de un pueblo que es soberano sobre su tierra y posee un centro espiritual, hacia un pueblo no que no es soberano y está parcialmente en su tierra y parcialmente en la diáspora.

El pueblo judío demuestra en este período gran capacidad de adaptación para sobrevivir manteniendo la identidad luego del desarraigo territorial.

El exilio que comienza acá es el más largo de la historia judía.

Contexto histórico

Algunos de los judíos exiliados en Babilonia (Exilio de Babilonia: así se conoce el exilio judío tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalem por el ejército babilonio) respondieron al llamado de Ciro, el Rey persa, en el año 538 a.e.c., a retornar a Israel y a renovar la vida judía en aquella tierra, restaurando el Templo en Jerusalem.

Todas las facultades administrativas y la autoridad política se concentraron en las instalaciones del Templo y en Jerusalem. 
La vida religiosa también tendió a concentrarse en torno al Templo. 
Los judíos acostumbraban visitar el Templo, traer ofrendas, ofrecer sacrificios y peregrinar en vísperas de cada festividad.

Con la conquista de la Tierra de Israel por Alejandro Magno en el siglo IV a.e.c. los judíos entraron en contacto con el helenismo. El helenismo es una ideología que buscó elevar el nivel de la cultura griega, adoptándola e institucionalizándola. La Torá fue traducida, por primera vez en la historia, al griego y muchos judíos comenzaron a hablar griego cotidianamente.

Luego de la muerte de Alejandro Magno, la zona de Yehudá fue dominada por el Imperio Helenista que reconocía el derecho de los judíos a vivir de acuerdo con su fe. Pero con el gobierno del rey seléucida Antíoco IV esto acabó. 

Antíoco IV asaltó los tesoros del Templo y alentó a la facción más extrema judía, que apoyaba la helenización por la fuerza y la anulación de su singularidad religiosa. Estas acciones, junto a la profanación del Templo y a la persecución religiosa fomentaron la consolidación de una rebelión popular.

Esta rebelión popular logró que en el año 165 a.e.c. se anularan las restricciones contra los judíos y se reinaugurara el Templo en Jerusalem.

Luego vendrían otras rebeliones para liberarse de la represión romana, siendo la más conocida la que lideró Bar Kojbá, quien fue apoyado enérgicamente por Rabí Akiva. Esta rebelión causó daño a los romanos pero no prosperó; y Rabí Akiva fue torturado y asesinado.

Los comienzos de Rabi Akiva

Akiva Ben Josef nació en la época de la destrucción del Segundo Templo. Creció en el seno de una familia que no pertenecía al mundo de los sabios y los intelectuales. De hecho, Akiva era un simple pastor que trabajaba para un hombre muy rico que apodaban Kalba Sabua, (algo así como perro saciado) en relación a su fortuna inconmensurable.

La hija de Kalba Sabúa, Rajel o Raquel, pudo ver en el joven Akiva un potencial de grandeza, por sus cualidades al trabajar con recato, esfuerzo y humildad. Ella decide que es el hombre con quien desea casarse y lo hace a condición de que Akiva le prometa que estudiaría la Torá.

El padre de Raquel no ve con buenos ojos la unión entre su hija y un pastor ignorante y para presionar a que la relación se disuelva le quita a Raquel cualquier privilegio o herencia material. La pareja vive en la miseria más absoluta cuando Akiva, de 40 años, comienza sus estudios según lo prometido.

Cuenta la leyenda sobre sus comienzos que Akiva repasó  una y otra vez hasta que aprendió toda la Torá (Avot, Divrei Natan, cap. 6). Posteriormente comenzó estudios avanzados hasta convertirse por mérito propio en el sabio judío más importante de su época.

Otra leyenda que habla tanto de la grandeza de Akiba como la de Raquel, cuenta que Akiva llevaba 12 años sin ver a su esposa por encontrarse profundizando en las fuentes judías en otra ciudad. Al volver, escucha la conversación de su mujer con una vecina. Raquel le decía que para ella no era un sacrificio que su marido estuviera lejos si lo hacía por la Torá y que incluso desearía esperarlo otros 12 años. Así que Rabi Akiva regresó 12 años después de ese episodio en medio de grandes honores y una multitud de estudiantes y lugareños que querían acercarse al gran sabio cuya fama se había esparcido. Salió su mujer a recibirlo y sus discípulos le preguntaron a él qué hace una mujer al lado del Rabi. Él respondió “no la hagan a un lado que mi estudio y vuestros estudios se lo debemos a ella”.

Se cuenta que en los momentos de máximo esplendor se concentraron en torno suyo entre doce y veinticuatro mil alumnos. La mayoría de ellos perecieron en una epidemia.

La tradición oral y su compilación

La tradición oral es paralela a la escrita desde la época de Moisés, y ha dado lugar a una gran cantidad de interpretaciones al texto escrito.

La compilación por escrito de esta tradición oral conforma el texto fundacional del judaísmo rabínico: la Mishná

La Mishná fue editada por Rabí Yehudá Hanasí aproximadamente en el año 200 EC. Él se basó en las tradiciones de cientos de sabios que vivieron en un período de dos siglos, tomando como base las divergencias de opinión entre las escuelas de Hilel y de Shamai, contemporáneas de Jesús.

La participación de Rabí Akiva en el contenido de la Mishná fue superior a la de cualquier otro erudito. Él fue mencionado como uno de los principales sabios por la propia Mishná por su capacidad para establecer las bases para la organización, la categorización y el análisis de la Tradición Oral.  

El enfoque legal judío de Rabí Akiva no puede caracterizarse como un enfoque estricto. En sus dictámenes rabínicos se destaca la creatividad y la sensibilidad, tanto por el individuo, el ser humano y la mujer, así como por la vida familiar.

Muchas veces la Mishná presenta discusiones entre diferentes posturas, sin una resolución definitiva en favor de una de éstas.  Uno de los principios rectores de la Mishná es que cuando existe un dilema entre los sabios debe decidirse sobre la base de la mayoría. Pero al mismo tiempo, existe la posibilidad de que la mayoría cambie de opinión en el futuro y por ello es importante dejar constancia de las posiciones minoritarias. Es así que la Mishná respeta la diversidad de opiniones, como así también la posibilidad de que los sabios cambien de opinión, en la medida en que se le propongan argumentos convincentes que no contradigan resoluciones anteriores.

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